septiembre 06, 2010

La advertencia de Salomón.

Detrás de la sombra de los edificios existe una sustancia que flota sobre la cabeza de los transeúntes. Trasciende la materia, es más que simple aire ensombrecido, es la misma fatalidad corpórea que se cuela a través de los pensamientos agitados, estresados y maltrechos.
¡La edad de las sombras está comenzando! ¿No sientes al dormir el peso de la eternidad de tu trabajo? ¿No te sientes desaparecer capa por capa, sábana tras sábana? Al final del día, sólo el cigarro encendido frente a la lluviosa ventana es el último atisbo de sentimiento real. Entonces, al día siguiente, te levantas, te lavas los dientes, corres al auto si es que tienes y vas al trabajo. Y luego vuelves con un poco de comida chatarra para la cena familiar, aquella en que con suerte nos miramos de la antigua forma amorosa. Pero tus hijos tienen problemas, sus sentimientos se desbordan en el océano de hormonas y sombras de esos nuevos sentimientos artificiales, y apenas sabes que hacer, excepto jugar con ellos. Algo es algo. Capa tras capa, sábana tras sábana. Despertar, despierten antes de morir la noche.
¡Vamos, arriba! Pequeños corredores del desierto, no busquen más oasis, ¡el oasis está dentro de ustedes! ¡Exploren su espacio, es momento de correr con un poco más de suerte! No hay otra opción, nadie más puede hacer el trabajo de cada uno. Es hora de abandonar aquellas prácticas, volver a aquellos días en que las sombras de los edificios no cubrían nuestras almas, no contaminaban nuestros pensamientos, no interferían en nuestras vidas.
¿Has olido el brumoso aire del bosque en la mañana? ¿Has sentido el helado tacto del mar a través de tus desnudos pies en la arena? ¡Abandonemos el juego de falsos dioses!
No suframos más en el eterno aliento de un por siempre. No dejemos que personas que no saben que hacer con sus vidas dicten lo que debemos hacer con las nuestras. Responsabilidad. Decidamos por nosotros mismos. Libertad. Reconozcamos que todos sufrimos. Igualdad. Basta con decir que no. Basta con alejar aquella sombra de nuestras almas.
Hombres, por favor, ¡despertad!

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