febrero 19, 2011

Deseo por lobo

 Soy  Caperucita, y camino por el bosque de enfermedad hacia la cabaña de mi abuelita. Ella también está enferma, como yo, pero de dolencias diferentes. Las hojas, las hojas le susurran a mi hormonal cuerpo, elevan mi sangre, bébela. Las hojas me susurran que coma del fruto de la canasta, embetuna tu rostro de merengue, en tus labios y tu piel. Y en la sombras, el lobo me llama, siento sus ojos libidinosos, la saliva entre sus colmillos y mis músculos me piden pertenecer a él. He llegado hasta la cabaña, pero mis deseos permanecen intactos. Y mi abuelita está postrada consumiendo lo que yo deseo consumir. Enciende la televisión, bebe y come a través de él. Y no me deja ni un poco a mí. Siento dolor de ninguna parte. Lo deseo todo, al lobo lo veo, lo siento en mí. Abuela, que me miras, tus ojos son enormes. ¿Me oyes? Tus orejas son enormes. Tu apetito es ilimitado, ¿puedes dejarme probar algo de aquél licor? ¿Por qué no puedo beber yo? ¡Abuela! Tus dientes son enormes ¡SON PARA COMER MEJOR!
 ¡Es el lobo! Que de ella sale, es una bestia, un monstruo enorme de cientos de dientes. Es pura carne, ella ya no existe ¡Es el deseo por mi abuela, el deseo por lobo! Me devora, me absorbe. Mi sangre brota, se esparce por mi piel, mis órganos. El lobo me devoró y fue delicioso. Y este dolor no es más que una ilusión, y esta ilusión no es más que otro dolor. Es una cálida sensación, el estar dentro del cuerpo de otro ser. Aquél que me devoró, ya no lo veo, ahora soy él y nada más puedo hacer. Pero fuera el cazador ha clavado el cuchillo, lacera el estómago, se entierra en mi deseo, hay sangre, sangra la carne de cada víscera, es el deseo sumergido en el cuerpo de lobo, y salgo a la libertad. No, ya no deseo nada más. Es suficiente. Estoy afuera, estoy fuera. Este dolor no fue más que una ilusión, un cuento inventado por otros.

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