mayo 16, 2011

Llueve sobre Titán

-¿Cómo se te ocurre que vas a hacer eso? ¿Eres estúpido, o retardado?
El padre golpeó a su hijo y este cayó al suelo. Se arrastra. Llega hasta su precaria habitación. Cierra sus ojos y llora. Y cuando los abre se encuentra en la lejana luna de Saturno, Titán. Lejos la luz es naranja, como el ocaso. Allí hay bosques, pasto tierno en la helada tierra, y llueven pesadas gotas oleosas. Levanta lentamente su cabeza y siente el metano sobre sus cabellos.
-No importa, estoy en Titán, y aquí llueve. Siento el aire, siento el pasto, siento la lluvia. No tengo frío.

-¡Oye! ¡Tú! Desvístete ahora.
Una niña se desviste frente a la cámara. Un hombre asqueroso se acerca a ella, desnudo. Ella cierra sus ojos.
Los abre en Titán. Llueve. Está en un desierto, la arena es muy gruesa, como granos de café en largas dunas, oscuras. El transparente metano corre por su cabeza.
-No importa, estoy en Titán. Puedo tirarme en las dunas de este fresco desierto, puedo descansar aquí, después de todo, esta tierra es tan buena que incluso donde no debería, llueve.

Un niño camina intranquilo por su población. Sabe que las deudas acosan a sus padres, ¿hasta dónde podrá alcanzarle los pocos pesos? No hay plata, no hay plata. Y no, no quiere robar. Caminando, sintiendo el sol golpeando su nuca, cierra sus ojos.
Despierta en Titán. Camina por la orilla de una enorme bahía. Las olas golpean el hielo y las rocas, se pulverizan, todo orquestado por el sonido de la lluvia.
-Nunca más me preocuparé, estoy en Titán. Aquí llueve, aquí no existen preocupaciones. Aquí puedo correr. Aquí puedo tener lo que yo quiera.

 Los tres niños se juntan en un camino que lleva a una ciudad. Las casas son cuadradas, de adobe terroso y cal cristalina. En cada casa hay un vaso transparente que tiene en su interior una esfera derritiéndose, y de ellas salen llamas rojas. En las puertas de la ciudad está un alto príncipe de rostro azulino, siniestro y tranquilo, sus facciones aún se iluminan por la lejana luz de sol. Lleva puesto un manto bordado con telas desconocidas. Y la lluvia cesa. El príncipe tiene en la mano un recipiente, una vela. Arriba, en un idioma desconocido dice “La ciudad de la Luz”

-Jamás vuelvan a ese lugar lleno de sufrimientos. Evádanse de esa realidad asfixiante. Cada vez que su corazón no lo soporte más, cierren los ojos y sientan la lluvia sobre sus hombros. Aunque crezcan y ya no recuerden nada de esto, la lluvia siempre les recordará a Titán. Lanzó un polvo sobre el recipiente y se apagó. En el cielo, Saturno salía, un anillo eclipsó brevemente el sol.

1 comentario:

  1. Siempre he considerado este cuento como uno de los más representativos y hermosos que has escrito.
    Me gusta la profundidad y trabajo que se refleja en él.

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