junio 11, 2011

La Secta

 El mundo está reunido, todos observan a La Secta reunirse en el centro de la Plaza Mayor. Son un grupo misterioso y oscuro, detrás de sus capuchas sus gafas color ámbar, aquellos ilusos e ilusionistas anteojos, que guardan las visiones de todos, los perdidos, de la gente que hace tiempo se sumió en el sueño de ser quienes más temen ser, otros. Las fantasías y sus leyendas, los mitos de nuestra sociedad, encarnados. Se supone que nadie sabe, que nadie entiende. Salvo el empresario que las inventó, pero el ya tiene una y ha olvidado quien es. Se supone que nadie lo sabe, excepto La Secta, mas a ellos les gusta. Y tantos años después, La Secta ha reunido a la ciudad alrededor de la plaza, todos medios dormidos, por primera vez en mucho tiempo, ven lo mismo. Es que todos, en lo más profundo, querían ver algo común. Y, no sería Dios lo que verían.

 Los sectarios danzaban alrededor del fuego tribal. Las grandes llamas eran la única luz. Hace poco, unos bomberos habían venido a encender la fogata. Los antiguos maderos y aceites crepitaban por sobre el cemento de la ciudad, y las sombras de los fanáticos oscuros bailaban a su alrededor. Las sombras de los árboles y los faroles apagados seguían los movimientos también. Pero el resto de la gente sólo miraba, alucinando con un momento único e irrepetible.
 Eran varios sectarios, unos 10, danzando. Y sus capuchas se corrían, revelando hombres sin, cabello, jóvenes, con aquellos anteojos. Sus ojos perdidos desaparecían detrás de sus cuencas. Estaban en un terrorífico trance, llamando a alguien. No era la danza de la lluvia, ni la de las cosechas. Se levantó sobre una tarima su líder, la capucha ocultaba su ser, más brillaba su sonrisa cual infamia cruel, y hablaba como lapidando a la humanidad.
-¡Hoy es el día! Amigos, La Secta los reúne para el espectáculo común, me alegra que hayan conseguido su última reservación, ya que éste será el último, y primero, que daremos. La danza continua mientras hablo, porque Lo estamos llamando. ¡Señores! La sociedad perdió sus caminos. Nos dejamos llevar por los mitos que la alimentaban, ¡y nos los creímos todos! ¡Hace siglos, milenos, que los creemos! Y ahora nos los pegamos en la frente como estampas de dioses, viviendo sus vidas, ¡y al demonio con las nuestras! Pues bien ¡que venga el demonio! ¡Salve el terror y la muerte de nuestras propias manos!
 La danza aumentó de velocidad, sus descoordinados movimientos los hacia parecer marionetas, pixeleadas, moribundas. Se les unieron nuevos gregarios, que, desnudándose, todo menos sus gafas, procedieron alrededor de la fogata, a combinar sus cuerpos en una orgía ardiente y tenebrosa. Sangre brotaba de sus pieles, de lugares no reconocibles, y las chispas de la gran hoguera quemaban y excitaban a los participantes. Y el público, inerte, miraba, como siempre lo hizo, sin moverse ni nada.
-¡Te llamamos, oh, Gran Dios, Gran Bestia! Ph’nglui mglw nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn. l’a k’nark Cthultu kyr’w qu’ra cylth drehm’n El-aL U’gnya] kraayn.
A los que los danzantes y copuladores respondieron: ¡Kraken! ¡Poseidon! ¡Sabazios! ¡Tifón! ¡Dagon! ¡Setheh! ¡Leviatán!

-De Yuggoth he venido al Mundo de los Horrores. Viviré aquí y reinaré por toda la eternidad. He viajado a través del Tercer Ángulo, ahuyentando a los chacales del tiempo y cantando con los hombres que cabrioleaban en el Mundo de los Horrores. He caminado por la Tierra, y he enseñado a los hombres a reír y a jugar, a matar y a gritar. Y por ellos no muero, pero por mí mismo morí y estuve durmiendo. Las flautas del riente chillan a través de los encantos del Abismo, y la oscuridad hierve mientras perecen los cinco ángulos en el sexto. Yo he danzado y he matado, y he reído con los hombres, y en R’lyeh he muerto para dormir y tener los sueños del dueño de los planos y los ángulos. ¡Óyeme!, pues anuncio el final del dios de los muertos, y del dios de los moribundos, y hablo de las leyes de la vida para que puedas rechazar la maldición de la muerte sin dormir. Los Viejos Dioses existieron, los Viejos dioses existen y los Viejos Dioses volverán a existir. Yo estoy muerto, pero duermo, y por lo tanto no estoy muerto. Vengo de las profundidades del agua, y también he venido de las profundidades del profundo. Durante siglos, también tú has dormido en el reino del dios de los muertos, y ahora has despertado a la vida. En el mar yo llamo a los profundos, y en la tierra, el profundo, llama a Cthulhu. No olvides ni al abismo del origen, ni a los Viejos Dioses que te trajeron a la llama del Abismo, ni al ariete del Sol, ni a la Serpiente Eterna que te elevó a la Tierra y te entregó a la llama del mensajero. Ya no existen los ángulos del Abismo submarino, pero hay otros ángulos, y estos ángulos se someterán a los profundos.

Y todos: V’yrikhe rhoz v’schm’h Yragsh kyr-reng’ka wnath-aJ y’keld v’fnaghn K’aemn’hi. 1′a Cthulhu! l’a S’ha-t’an!
¡Salve, Cthulhu! ¡Dios de nuestra Gran Muerte! ¡Somete con tu Poder-De-Entre-Todos-Nosotros, nuestra voluntad! ¡Devóranos! ¡A nosotros, nuestras familias, y nuestras almas! ¡Sométenos a tu voluntad!

 Y el cielo para siempre se oscureció. Los danzantes cayeron rendidos al suelo. Los copuladores en su orgía tuvieron su último orgasmo, desangrados.

-¿Oyen los cuernos, el bramido? Sí, es su ejército de muertos. ¿Ven aquella figura? Es La Bestia, Cthulhu. Su muerte.

 Y el público, porfin, salió corriendo.

1 comentario:

  1. me recuerda lo mismo pero con las religiones cristianas. Me gustó, la gente siempre dice ver para creer, ahora creerá que existe.
    Te amo. besitos.

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