septiembre 12, 2013

Engranaje Rojo


 Ese día, el padre le regaló a su hijo un pequeño autómata de engranes, un guerrero que blandía su espada contra un enemigo invisible. Se movía ante la presión de un botón secreto, una tela de color oro y bronce lo ocultaba; el mecanismo siniestro se accionaba, y el alma del guerrero se agitaba. Caminaba, cortaba, vivía, pero moría cuando los contrapesos terminaban su movimiento fantasma.

 Para el joven, el guerrero tenía su historia, su vida, su muerte. Revivía. Revivió porque el ángel de la muerte vino para llevarse a los pobres habitantes de su aldea, y entonces el guerrero recogió su espada y se lanzó contra el demonio, corrió por la espesura, y después de una larga batalla, logró vencer. Así le devolvió la paz a la aldea, al mundo, al universo… pero era muy tarde para él, y murió de forma épica, implorando un último bezo a la princesa…

 Murió porque era hora de la cena. Estuvo así un par de horas.

 Pero pronto, viajaba dentro de una nave espacial, dispuesto a vencer al Dictador Intergaláctico con su espada láser, acompañado por sus amigos, antiguos esclavos liberados de las mazmorras del Dictador. Pero cuando alcanzaba la fortaleza espacial…

… Un engranaje saltó, y su espada cayó al espacio infinito. El autómata no volvió a moverse. Y el niño yacía llorando en el suelo rojo, mientras sus padres acudían a consolarlo.

 Nunca más funcionó el autómata. Jamás volvió a vivir las fantasías del guerrero. El niño tristemente organizó un funeral digno de un héroe, e instaló una estatua que miraba al horizonte, para que otros héroes encontraran inspiración en sus propias aventuras.

 Pero cuando la materia toca el sabor de la vida, ya no lo puede olvidar. El alma se mantiene despierta en un mundo que no la oye. El engranaje rojo recuerda las historias de sus aventuras; mientras exista, se mantendrá el recuerdo que alguna vez existió un guerrero que combatió contra el mal. Y este sentimiento no se desvanecerá jamás.


 El tiempo pasa, y los engranes acumulan polvo. El suelo refleja el ocaso. Las sombras se demonizan. Aún ahora el autómata hace guardia en la estantería. Impotente ve como las sombras se lanzan y devoran los sueños del niño, quitándole la vida, absorbiendo su inocencia. En la creciente oscuridad, el alma se sacude, la tela tiembla, el engrane se mueve. Los años han pasado, pero el guerrero vuelve a blandir su espada una vez más.

2 comentarios:

  1. Como te dije en clases, me gusta esa idea de la vida como "momentanea" producto de algo mecánico y sin ese como hálito de vida, debe ser uan existencia cuatica, pero en tu cuento el guerrero igual tendria una especie de alma... y conciencia. Bleh, ya me perdí, en fin, cool story, bro

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  2. queda a libre interpretacion xDD
    gracias ^^

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