
Hace mucho tiempo
existió un dragón que quería ser el más grande y fuerte de todos. Hubo una noche en que el dragón observó la
luna, y al verla tan bella y majestuosa, deseó devorarla. Se disfrazándose de
nube y sigilosamente se metió entre las estrellas. Cuando, aún siendo nube, la
tragó, se percató que la luna seguía brillando dentro de él. La sensación lo
hizo rugir en el cielo nocturno; y así la luna comenzó a derretir al dragón
desde dentro, precipitando una gran tempestad. El dragón llovió por noches y
días enteros, desatando una tormenta como no se recuerda. De esta forma, en
algunas culturas que cuentan esta historia, se canta la Canción de la Tempestad.