diciembre 28, 2009

El camino de los pájaros.

Su hija hace 5 minutos había salido para siempre de su hogar. Su madre, la pobre víctima de sus propios pensamientos, miraba la puerta cerrada frente a ella, y no lo podía creer. A un lado de aquella puerta una ventana dejaba entrever un árbol lleno de pájaros cantando animosos, sombreando el camino bajo ellos. El mundo seguía sonando, pero para ella todo lo que había compuesto ya no emitía un solo ruido, una sola nota. ¡¡Pero si ella había hecho todo bien!! ¿Cómo esa hija ingrata, la había abandonado? ¡Niña de mierda! ¡Es un cuervo! Ya se había quedado tuerta.
¡Lloraba de impotencia! ¡¿Cómo podía haberse ido con su padre?! ¿Ése tipo que la golpeó, enfrente de su hija? Años inculcándole la clase de gente que era él, la clase de gente que era su familia ¡y toda esa inmundicia que había a su alrededor! ¡¡Nada bueno podía venir de él, ni de su pareja, ni de su estúpida hija con esa perra!! Nada bueno podía venir de él, nada bueno podía venir de él…
¿Se estaba volviendo loca? Los pájaros seguían cantando fuera de la casa, ni las paredes impedían que el sonido entrase. Cerró las ventanas, corrió las cortinas. Aún se escuchaban. Puso la radio a todo lo que daba, pero no lograba sonar nada, sólo escuchaba a los estúpidos pájaros afuera de las maniáticas paredes.
¡No! No podía seguir sintiendo nada por él, ¡de él no podía venir ningún bien, ningún amor! Su hija no puede partir con él… ¿La habría criado bien? ¿Acaso el odio no es heredable, el odio no es educable? El odio puede ser sano, nos protege, ¿o no? Arrugas y años acumulados en el mismo pozo de amargura, ¿qué había ganado? ¿Qué le había dado a su hija? Talvez ella era más madura. Ella había tomado la decisión más sana, para ella misma. No pensó en su madre. Jamás me amó. Jamás nadie realmente me ha amado. Y la mujer se deslizó levemente bajo su silla.
Su egoísmo no tenía límites.
Tocaron la puerta. Mi hija, pensó. Desesperada la abrió. Debí suponer que volvería. Pero al otro lado dos hombres de negro la esperaban, dos cuervos, las aves de la muerte. Los pájaros, los zorzales a su alrededor, cantaban y deslizaban su música alegre de funeral dentro de su casa a través de sus oídos. Aterrada, ambos tipos entraron impertinentemente, cerraron la puerta tras ellos. Te venimos a buscar, dijeron. La canción sonaba en sus oídos, de desmayaba, la puerta se había abierto y veía el camino. Los hombres mataron a la puerta, la dejaron cerrada para siempre. Su canción terminó, pero los zorzales seguían cantando, afuera, más allá de las murallas.

diciembre 04, 2009

Ideia-framarukyo

Aquél delirante maniaco se ríe de su oponente. Él le devuelve la mirada con malevolencia. La risa acaba y el maniaco desenvainando la espada recupera la conciencia. Ya no es tan incoherente como antes. Ahora las sutiles olas de la imaginación lo acompañan, aquel pequeño demonio compasivo. Y luchador.
-¡¡Ideia-framarukyo!!! –grita. Y el mundo como lo conocíamos desapareció.