enero 13, 2011

Nueve mil millones

Del choque en la orilla, la frontera entre el agua y la tierra, la orilla misma de la locura del mar, la tierra se cubre por la verde espuma y en el viaje el olor salino impregna la arena de mis olvidos.  Me olvido del libro que escribo, leo sus páginas jamás escrita mientras subo sus altas dunas. Me recojo entre sus letras extrañas lineales, hojas amarillentas, el mar sube hasta la cima, la arena mojada no llega hasta mí. Las gotas de mar salpican el aire, temeroso de que llegue hasta él; el libro expulsa su contenido a mí, al terminar el capítulo huyo del mar que traga la arena, traga la playa, la orilla lo consume.
 En la ciudad los edificios tienen colores, salpicados de gris y mugre salina. Tenemos mucho dinero, mi hermana y yo vamos en la limusina. Mi padre ¿qué harán de sus vidas? Ella se casará, y en la limusina, voy yo recordando mi libro, ella y sus dos guardaespaldas. Las últimas palabras fueron “recuerda a los 9 mil millones”, y mis manos son pinzas escarlata de mi insecto interior. ¿qué te pasa hermano? Pregunta ella. Nada, mi brazo amarillo exoesqueleto, el guardaespaldas su rostro escarlata, coraza que guarda un jugoso secreto.
 ¿Lo quieres saber? le dice él mientras bajamos de la limusina a la plaza, llena de gente, ¿quieres saber que se siente no pertenecer a los nueve mil millones? El público espera, la muchedumbre celebra la nueva conversión, ¿quieres saber que se siente no pertenecer a los nueve mil millones?

*imagen del Test de Rorschach [no se si estoy infringiendo derechos de autor o no, xD]

enero 09, 2011

Steampunk

 Los avances del siglo pasado fueron espectaculares. Grandes trenes transportando carbón para las fábricas, globos aerostáticos, luz de gas en las calles. Pero nada se compara con este luminoso siglo. El tren camina a mil por hora, exhala el vapor que lo mueve, en este siglo XX dominado por la verdadera ciencia del poder del vapor. Su reluciente calculadora de micro-engranes calcula a velocidades sorprendente. Su nombre, Jasper, conejo, de punta y demasiado elegante, posee un sombrero de copa y un esmoquin de finesa irrefutable. Era blanco, pero sus orejas eran caídas y con las puntas cafés. Sus bigotes largos eran envidiables. Era sin duda un conejo de la clase alta, y esperaba en el salón-comedor del tren hacia Liverpool. Este nuevo siglo era fabuloso. ¡Cómo podía dirigir sus empresas a tales distancias! Presionaba un botón, y de las clavijas un líquido encerrado en unas botellas le informaban sobre los últimos números en la bolsa. Todo a través del fino cable telegráfico. Dios ¡casi te alcanzamos! Casi… Pero Jasper espera  a alguien.
 Atardece, y ella no llega. El dicho lo dice: Los conejos cuando pueden, las conejas cuando quieren. Hasta que una silueta apretada bajo un delicado y ceñido vestido rojo aparece, moviendo rítmicamente sus caderas, fumando de un largo y vistoso cigarro. Maquillaje francés, orejas largas, pelaje blanco rubiciento. Encarnación de la seducción, su verdadero amor. Y ella, Ramona, se sentó a su lado.
-¿Cómo estas? –dijo ella.
-Como me ves, cariño. Actualizando y enviando órdenes a los ineptos perros que tengo por empleados.
-Los perros nunca han sido muy inteligentes –sentenció.
-Si, pero es lo que tenemos… ¿Por qué demoró tanto?
-Sólo recibía cierta información. Y me conectaba conmigo misma. Ahh, por cierto…, ya no te amo, Jasper.
 La pacífica cara de Jasper se desmoronó en un segundo. Aunque nadie estaba escuchando, todos los demás se dieron vuelta a escuchar lo que se decía, perros, gatos, vacas, cerdos. En especial cerdos.
-¿Cómo que ya no me ama, conejita?
-¿En que parte de tu sexual cerebro concibes que me podría gustar una Chinchilla, un roedor bajo?
-Pero Ramona, ¿Co-cómo lo supiste? Jamás pensé que aunque lo descubrieras, eso te importaría…
-¡Una rata de bajo nivel! ¿Creíste que eso no me importaría? De todas formas ha pasado bastante rápido. Por cierto, también ya lo saben los de la Sociedad Bancaria, lamento pensar lo que podría sucederte si lo descubren. ¡Últimamente el Nalk Xuk Uk, los capuchas negras, tienen mucha fuerza...!
-Pero, pero, ¿cómo pudiste hacerme esto, Ramona?
-Ehh, así son las cosas, Jasper. La vida es así. No lo único que necesitas es amor. Adiós –Y Ramona procedió a levantarse, y con su mismo paso salió del salón-comedor, y sería la última vez que se verían.
-Ramona… Mi vida está arruinada ¿Por qué confié en ella en primer lugar? ¿Por qué me tenía que enamorar de ella? –Jasper aún ocupaba su asiento, pero su Calculadora ya no operaba más números ni líquidos ni engranajes- Dios, ¿qué podré hacer ahora?
 El sol empieza a ponerse en el horizonte, anaranjando los bosques y las líneas del tren. El vapor que exhala hace juegos con la luz entre sus átomos no-descubiertos. Aún, en la aparente sociedad más perfecta, el sol se pone sobre la cabeza de un hombre que sufre por amor. Su vida se desvanece, él disfruta de su último día.
 El resto de los animales lo miran con repugnancia. Una Chinchilla, que asco, ¿cómo pudo llegar tan alto, tan lejos? Seguramente tenían las pruebas de sus minas de diamantes ilegales en sus manos, aquellas que le permitieron ascender. ¿Pero, cómo ella se pudo enterar? ¿Cómo me hizo esto? Todos me miran, todos me observan.
-Mejor salta –le dijo uno.
 Y las caras de los demás no reflejaban ninguna emoción. Disfruta tu último día, Jasper. Y se dispuso a pedir comida.
 Terminada la cena, el atardecer casi terminaba. Caminó lentamente a su habitación. Ni se molestó en hacer una carta de despedida, ¿para quién? ¿Para Ramona? ¡Já! Se vistió lo mejor que pudo, colleras de oro, su mejor esmoquin negro de seda, sus anillos, antes lavó su pelaje. Y cuando terminó las estrellas iluminaban desde el lago al que estaban llegando.
 Avanzó con rumbo fijo. Escalera de mano, una escotilla. Y afuera, el enrarecido aire cálido de un siglo de carbón lo golpeó en su rostro. Por primera vez se dio cuenta lo mal que olía aquel viento, una nube que algún día le dedico a Ramona. Se dio vuelta, miró las estrellas en el lago. No pudo evitar hablarle a nadie.
- Dios, ¿qué hemos hecho? ¿Qué he hecho? Si nos dieras otra oportunidad, ¿qué haríamos? Deberíamos enamorarnos, tal vez. Y saltar desde este tren en movimiento perpetuo para eliminar las leyes de la física. Burlar las prohibiciones y partir al infierno submarino de este lago ¿no es verdad? ¿Nos está permitido revelarnos? Matarnos en cada gota de pasión pecaminosa. Y dejar de ser animales, y volvernos humanos, ¿verdad? ¿Verdad? Yo la amaba, yo la quería. Ramona me amaba, esta sociedad me amaba. Pero todo era mentira al final, ¿no es así? Dios, las estrellas me llaman, quiere que vuelva con ellas. Son como diamantes recogidos por los niños que murieron por mí ambición. Pero jamás sirvió de nada. Me llaman, Padre, soy su hijo, nunca más de ti. Has perdido a uno más.
 Y Jasper se unió a las estrellas en el lago, pero no iluminó nada. El viento le golpeó la cara mientras las vigas del puente pasaban. El cielo se acercaba, como el hielo, como las rocas de la ciudad, reventaron su cuerpo al caer. Se hundió, más bajo de las estrellas.  Murió uniéndose al universo. Desde una ventana lejana, una coneja miraba un punto en que nada brillaba. El tren no dejó de moverse. Y en la estación no habría nadie esperando a Jasper. Ramona siempre fue una excelente mentirosa. Como en el resto de Inglaterra, todos sabían mentir perfectamente.