Aquél delirante maniaco se ríe de su oponente. Él le devuelve la mirada con malevolencia. La risa acaba y el maniaco desenvainando la espada recupera la conciencia. Ya no es tan incoherente como antes. Ahora las sutiles olas de la imaginación lo acompañan, aquel pequeño demonio compasivo. Y luchador.
-¡¡Ideia-framarukyo!!! –grita. Y el mundo como lo conocíamos desapareció.
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