marzo 17, 2014

La Higuera

 El joven había apoyado la funda de su guitarra en el tronco de la higuera. El árbol proyectaba su sombra sobre el suelo, una sombra tenue producto de la luz de la luna, una sombra que se difuminaba con la penumbra general de la Noche de San Juan. Debajo de las hojas verdes, carnosas, amplias, el joven permaneció sentado mientras tocaba su guitarra, matando el tiempo, esperando las doce de la noche. Tocó canciones de rock, tocó canciones de blues, también algunas cuecas choras y un par de tangos, y porque no, unos temas de metal. Pero el reloj avanzaba lento en el descampado. La luna iluminaba las ruinas de un antiguo convento, del cual él único ser que lo sobrevivió fue aquella higuera, valiente testigo del maldito tiempo.