marzo 17, 2014

La Higuera

 El joven había apoyado la funda de su guitarra en el tronco de la higuera. El árbol proyectaba su sombra sobre el suelo, una sombra tenue producto de la luz de la luna, una sombra que se difuminaba con la penumbra general de la Noche de San Juan. Debajo de las hojas verdes, carnosas, amplias, el joven permaneció sentado mientras tocaba su guitarra, matando el tiempo, esperando las doce de la noche. Tocó canciones de rock, tocó canciones de blues, también algunas cuecas choras y un par de tangos, y porque no, unos temas de metal. Pero el reloj avanzaba lento en el descampado. La luna iluminaba las ruinas de un antiguo convento, del cual él único ser que lo sobrevivió fue aquella higuera, valiente testigo del maldito tiempo.
 Faltaba un minuto, y el joven dejó de tocar. Miraba el reloj nervioso, mientras el tiempo se presionaba, densamente, apiñando cada segundo. Dos segundos antes de las doce, el joven estaba seguro de que el Diablo se presentaría allí, en el segundo siguiente, perdió toda la esperanza. Justo a las 00:00, no sucedió nada, y se mantuvo con el corazón en vilo, y el segundo siguiente fue la decepción más grande. Pero al segundo segundo del día indicado, de la rama más baja un botón empezó a abrirse, frente a los ojos plenos del joven abatido. Una flor blanca, bañada en luz clara, lloraba lágrimas de rocío nocturno.

 - Es un bello espectáculo, ¿verdad?

 El joven se dio vuelta, bombeando pánico de su corazón frenético, a través de sus arterias febriles de miedo palpitante. Detrás del tronco plomizo, había un hombre alto, gordo, con barba de chivo. Vestía elegantemente un traje a rayas negras, un sombrero negro trataba de ocultar un par de cuernos de tamaño medio. Sus ojos rojos destellaban, ardían, sobrenaturalmente.

 - Esa es la flor de la higuera, que sólo florece en la Noche de San Juan. Dicen que quienes vean esa flor tendrán éxito toda su vida, ¿tú crees en esas supersticiones? – preguntó aquel hombre.

 No supo que responder. Varios segundos atrás estaba seguro de que quería ver al Diablo, pero ahora que lo tenía enfrente, la situación había cambiado.

 - ¿Eres tú el Diablo, verdad?
 - Pregunta culiá weona, ¿Quién más podría ser?

 El joven arqueó una ceja, se rió, y la tensión disminuyó. Algo.

 - ¿Qué quieres? – preguntó el Diablo.
 - Ehhm, bueno…
 - Nadie espera más de una hora y media en medio de la nada, para balbucearle a un ser sobrenatural. Escúpelo.
 - Quiero, quiero que me enseñes a tocar guitarra –dijo finalmente.

 El Diablo arqueó una ceja.

 - ¿Y qué me vas a dar a cambio?
 - Bueno, lo usual que estipula el contrato.
 - Me parece. Trae para acá esa cuestión.

 El Diablo tomó la guitarra de manos del joven, y deslizó sus dedos por las cuerdas en breves y precisos acordes. Le mostró acordes antiguos, acordes nuevos, acordes desconocidos y malignos. Notas y técnicas que estremecían la médula, hacían subir un estremecimiento desde el bajo vientre hasta la coronilla. El joven aprendió a tocar todo eso en su guitarra, y comprendió que ahora no existiría nadie que pudiera igualarlo.

 La lección duró casi toda la noche, y cuando el sol ya estaba a punto de salir, el Diablo le dijo al joven:

 - Muy bien, ahora quiero tu alma.

 El joven lo miró con rostro sorprendido.

 - No quiero – y se rió.
 - ¿Cómo que no quieres? Debes pagarme, y el precio acostumbrado es tu alma. Tu alma residirá en el infierno por siempre, conmigo –dijo el Diablo irritado.
 - Pero no quiero, y ese es el cuento. Cuando muera, mi alma no irá contigo, porque el infierno no existe, y tú tampoco.

El Diablo quedó atónito a un lado de la higuera. ¿Cómo era posible que un joven fuera tan irrespetuoso? ¿Qué poder tenía el imbécil para oponerse?

 - ¿De qué estás hablando? ¡Si recién te enseñé a tocar!
 - Si, y muchas gracias. No nos veremos nunca más.
 - ¡SI NO ME PAGAS, TE HARÉ PAGAR CON TODO MI PODER! ¿ENTIENDES? –dijo el Diablo, mientras el aire se encendía y la tierra temblaba.
 - Tu poder es grandioso, pero fuera de este mundo no tienes posibilidades. Lo siento.
 - ¿A qué te refieres?
 - Me refiero a que nuestro tiempo se ha acabado, ¿ves? La flor recién cayó. Mi tiempo en este mundo se terminó.

  El joven se fue lentamente caminando hacia el amanecer. El Diablo se quedó ahí parado, tratando de encontrar una respuesta, una explicación. Pero cuando la encontró, el Brujo del Caos que lo había engañado ya se había ido, tocando los acordes del Diablo.

Chris! Muchas gracias por tu gran dibujo!

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