octubre 28, 2009

El Bosque Pagano II

El bosque, temprano en la mañana. Iluminado en las alturas. Negro como el hocico del lobo bajo las ramas. Zmaj Ubojica cruzaba el Bosque Pagano de Mrak, adentrándose a cada paso hacia lo desconocido. Sin embargo, aquel bosque, a pesar de jamás haber entrado en su vida, no le parecía extraño. De hecho, era como si conociera el camino, como si alguien lo guiara, le susurrara al oído, le indicara el camino. En la oscuridad su mano se extendía siempre al lugar indicado. Y en aquella muralla, frente a aquella oscuridad sólida que apenas le dejaba espacio en su mente para obligarse a sí mismo a dar un paso más, Zmaj veía cosas.
¿Se estaba volviendo loco? ¿Eran serpientes y demonios? Eran fantasmas, espectros de sus recuerdos. Eran su padre gritándole, ordenándole matar a aquel becerro. Eran su madre negándole los cariños. Eran las jóvenes que se acostaban con él por su posición. Eran aquella asquerosa prostituta que le pidió dinero por sexo. Eran su mano extendiendo el veneno de su amada, durmiéndola, ¡degollándola! Eran también su cuerpo hecho pedazos, podrido y desfigurado, eran su alma. Aquellos demonios le pisaban los talones, ¡le lamían sus manos extendidas! Como ramas afiladas, le cortaban la piel de su cara, la gota de sangre no vio el trozo de suelo al cual cayó.
El polen de los oscuros árboles entraba por su nariz, llegaba a sus pulmones, a su sangre y a su cabeza. ¡Eran demonios! ¡Era el diablo, era el mismísimo Dios de las Tinieblas! ¡Eatlucco! Abría sus fauces, ¡sus miles de ojos lo miraban! ¡Lo estaba devorando! ¡Me está devorando! Svjetiljka, amor…
Despertó acosado por la luz del sol. Había césped, hacía calor. El sol estaba justo en arriba, en lo alto, poderoso, diluyendo la sombra. Y alguien le devolvía la mirada.
-Zmaj, supongo- dijo el anciano vestido con una larga túnica blanca. Sus canas y su barba eran largas, daban la ilusión de tocar el suelo. Pero sus ojos, sus ojos azules eran…
-¿Quién eres tú?
-¿Y me lo preguntas? ¿Después de mandar a llamarme? ¡Já! ¿Con que poder? Decir podría…- Sus ojos azules parecían que miraban a otros mundos.
-¿Eres El Mago?
-¿Por qué todos me llaman de aquella manera? Mi nombre es, en tu idioma Sivatuđ, aunque en otros lados me llamaban Mithrandir.
-Discúlpeme por mi torpeza, por mis modales-dijo levantándose del suelo-, aún sin embargo, perdóneme la siguiente frase: Su nombre no me incumbe en este momento.
-¿Qué? Es de los más pequeños y predecibles modales el presentarse. Ahora dime, ¿para qué has venido a verme?
Precisamente de aquello no estaba tan seguro de poder responderlo Zmaj, por lo menos no tan rápidamente.
-Antes, me gustaría descansar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario