junio 17, 2011

Y los muertos se acercaban

 Y los muertos se acercaban ¿oyen sus gemidos?
 Y las bestias de los abismos caminaban sobre las tierra (se oyen sus crujidos).
 Y los señores de la oscuridad azotaban las sombras otra vez. La locura avanzaba con paso redoblado, dispuesta a someter nuestra voluntad.

El Caballero de la Espada, aquella que brillaba a la luz de los últimos rayos de la luna, declaraba su discurso a sus pies el mundo, en el albor de una gran batalla. Una ciudad casi abandonada, gente que había huido pidiendo por una vida más. Él arriba de unos techos, miraba a la multitud que sí estaba dispuesta a luchar.  A lo lejos, en el horizonte, la silueta del destructor se empezaba a vislumbrar.
-¡Hombres! ¡Mujeres! Somos los que ante la sombra hemos abandonado nuestras graciosas visiones, nuestra cómoda mente controlada desde estas mierdas de anteojos. ¿Pero somos libres? ¡No! ¡No lo somos aún! Desde el este se acerca la sombra hacia nosotros, el caos y la muerte. ¿A que viene? ¡A llevarse nuestras almas! Pero no lo dejaremos, no, no lo haremos. Hemos pasado por tanto hasta llegar aquí. Y no somos ni los primeros ni los últimos que se enfrentan ante aquellos. De un libro, si, un libro, leí y aprendí que antes de nosotros hubo otros que lucharon. Hubo un Prometeo que robó el fuego de los dioses para dárselos a los hombres, y por su acción enfrentó la tortura de que sus vísceras fueran devoradas día y noche por treinta mil años. Hubo un monje que dejo a su cuerpo arder hasta calcinarse por el ideal en que creía, y mantenerse en paz. Hubo un Quijote que se entregó a la locura en busca de un ideal en un mundo que ya no era el mismo. Hubo quienes se lanzaron al espacio para navegar en su oscuro vacío y ver el futuro. Amigos, nosotros creímos ser algunos de ellos por un tiempo, pero ¡despertad! No son más que fantasía encarnada en nuestros deseos. Entonces, ¡despertad! Si queremos ser ellos, levantémonos, soñemos cada uno, sólo, aquí, y caminemos sin darnos cuenta quien va al lado, pero son la seguridad que alguien está. Señores, ¡este es el Sepulcro de Don Quijote! Allí donde jamás murió, si, ¡su ideal! ¡Podemos revivir un nuevo ideal! Amigos en la Iluminación, éste es el Sangha, somos la multitud, y allá, ¡allá esta nuestro premio, la muerte y el Nirvana! Veo el futuro, este será un día rojo, la sombra no caerá, nunca más, en nuestros corazones. Llegó la hora de destruir a los Señores de la Oscuridad. ¡La humanidad va a sobrevivir!

 Miles dejaban caer unos anteojos de color ámbar al suelo, cemento.
 Y hubo un sonoro, y terrible, grito de aprobación, de muerte, y de vida.

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