marzo 29, 2012

Duende


 Barba arremolinada, secreta mirada desde los papeles escondidos. El pequeño ocultaba su alma del habitante de la casa, le teme y por eso duerme de noche, y aprovecha la soledad del lugar para hacer sus diabluras. Ya no hay nadie, corre por el delgado aire y roba una galleta, bebe algo de la cerveza que quedó del otro día, y enciende el televisor, se deja llevar por las imágenes superficiales.
 No se sabe de dónde vino, de un bosque lejano, de otro planeta, o de otra dimensión. La criatura solo toma lo que necesita, y su barba crece. Dentro de su casa de metal forjado, bajo una ruda, atisba el horizonte lejano este. Oye el ruido de unas llaves tintinear. Corre presuroso al final de la tarde, cuando ya casi todo es azul nocturno, y ya no vuelve a salir. Sólo se ven sus ojos entre las rendijas de su hogar, con un brillo secreto.

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