Esta es una historia muy interesante.
Aquel tipo deseo una vez ser feliz, y perdido en un mar confuso de gente y conocidos, amigos y amores frustrados, perdió la razón, y en el espejo un dragón le devolvía graciosa la cara, de maldad brotando desde su alma. Desapareció para siempre, y su cuerpo deseó todas las cosas del mundo, y según los demás fue feliz. Y era cierto, porque estaba muerto.
Lágrimas de gestos muertos, maldad de ojos brotar, paranoia despilfarrada en sutiles tratos con los demás. Y esa historia luego fue narrada como el dragón que alguna vez quiso devorar la luna. Los rayos de la luna hieren, y desde lo lejos son divertidos de mirar.
La Canción de la Tempestad cerrada hasta nuevo aviso.
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