octubre 20, 2009

El Bosque Pagano I

Aquel hombre yacía dormido al pie de la moribunda cama de su amada. Ella se desvanecía en un sueño eterno, en un milagro moderno de virulenta paz que terminaría cuando su envejecida mente desapareciera. Dormía como una roca, dormía para siempre.
Ellos vivían en una mansión heredada de sus padres, finamente amueblada y adornada por bellas estatuas y vitrales, de cortinas deliciosamente bordadas y bien servida por un ejército de villanos.
Aquel hombre se había quedado dormido esperando que ella despertara, hasta que un de los sirviente lo vino a despertar.
-Señor Zmaj, os traigo noticias de la persona que mandó a llamar.
-Mmmm –musitó, volviendo en sí. Estaba vestido con una casaca de cuero y pantalones rojos, llevaba una camisa blanca, y unos débiles hilos de cuero formaban una corbata larga alrededor de su cuello- ¿Qué ha dicho el Mago? ¿Vendrá?
-No –respondió- Dice que no saldrá del Bosque donde ha vivido.
-¡Pero que se ha creído! ¿Se atreve a manifestarse en contra mía?
-No, no es eso, mi señor. Dice que aunque lo quisiera, no lo haría. Ha agregado, además, que para el antídoto que posee funcione, debe ser mediado por un sacrificio.
-¿Sacrificio?
-Dice que Su Señoría debe internarse en el Bosque.
Un silencio.
-¿Realmente quiere que haga eso?
-Si, señor.
-Un momento. ¿Realmente me pide eso?
-Así es, mi señor.
Y miró a su amada. ¿Por qué dudaba tanto? ¡Yo la amo! ¿Y que importaban los peligros del Bosque? No tenía sentido, ninguno, ¿era un llamado del alma, un presentimiento? En el acto abandonó toda suerte para él, besó la frente, la mejilla, los labios de su bella durmiente y con un gesto y una palabra se despidió de su sirviente. Al llegar a su adornada recámara, tomó un saco de viaje y metió unas cuantas prendas. Luego fue a la sala principal y sin que nadie se diese cuenta robó una de las espadas de su familia. Zmaj Ubojica cruzó la cocina, tomó algunos víveres, y al salir afuera, respiró profundamente el aire del villorrio, el viento que provenía del campo.
Dejó atrás su lujoso hogar y cruzó la villa campesina de casas pobres, de caminos de tierra y niños sucios. Todo el pueblo lo observó consternado, ellos vieron al novio de la doncella dormida adentrarse al Bosque Pagano de Mrak.
-Señor, ¿a donde va?- le preguntó un niño, con los mocos colgándole desde su nariz.
-Primero límpiate –rió Zmaj-. En relación a tu pregunta… ni yo lo sé.

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